Durante años, en el mundo del liderazgo, se ha repetido como verdad absoluta una frase que muchos asumen sin cuestionar: “El equipo perfecto no existe.” Desde mi experiencia como coach y como ser humano, hoy puedo afirmar con total convicción: sí existe, y tengo el privilegio de formar parte de uno.
Un equipo perfecto no se define por la ausencia de conflictos, ni por decisiones unánimes permanentes, ni por la infalibilidad. No. El equipo perfecto es aquel que construye su armonía sobre la base de la autenticidad, la confianza, el compromiso y la madurez emocional.
Estoy agradecido y orgulloso de pertenecer a un equipo donde:
- La felicidad es prioridad, y no como resultado, sino como camino.
- Las discrepancias se abordan con respeto y se resuelven desde la negociación inteligente: todos ceden un poco, para que todos ganemos mucho.
- Las decisiones, sean colectivas o individuales, se toman con confianza mutua. Si uno acierta, el acierto es de todos. Si se comete un error, nadie busca culpables: se aprende, se mejora, se sigue juntos.
Un equipo construido desde el ser
Lo que realmente hace funcional a este equipo es que cada rol ha sido asignado desde el autoconocimiento y la humildad. Aquí no se trata de títulos o jerarquías formales, sino de habilidades reales, talentos únicos y también de reconocer nuestras limitaciones.
Nos complementamos con honestidad, sin competir, sin máscaras. Y eso ha sido la clave para que este proyecto —que nació hace más de tres décadas— crezca de forma sólida y sostenible. Hemos evolucionado en lo patrimonial, en lo operativo, en lo financiero y comercial. Pero el mayor logro no se mide en cifras: es el crecimiento humano de cada uno de nosotros.
El verdadero contrato es emocional
Si hoy pudiera viajar a un universo paralelo, o retroceder en el tiempo, volvería a firmar sin dudarlo el mismo contrato que sellamos hace 31 años. Porque este no es solo un equipo de trabajo; es una alianza construida con valores, con propósito, con amor.
Y sí, lo digo desde la emoción, porque hay que decirlo con claridad:
¡Sí existen los equipos perfectos!
Y tengo la bendición de ser parte de uno.
Gracias a ti, que has sido mi par, mi líder, mi aliada y mi cómplice en este camino.
Feliz aniversario, amor.
Gracias por ser mi equipo perfecto, dentro y fuera del trabajo.