Los demonios internos de un líder
Liderar no es simplemente ocupar un cargo. Liderar es desarrollar personas. Y desarrollar personas implica mucho más que dirigir: significa mentorizar, enseñar, guiar, acompañar, tener conversaciones difíciles desde el respeto, delegar con confianza, soltar el control, aceptar lo diferente, ser empático y tener la paciencia de sembrar sin garantía inmediata de cosecha.
En otras palabras, un líder es, ante todo, un gestor de personas.
Pero aquí viene la gran pregunta:
¿Cómo alguien puede gestionar personas si no es capaz de gestionarse a sí mismo?
Esa es la piedra angular del verdadero liderazgo.
Porque antes de liderar a otros, debes aprender a liderarte a ti mismo. Y eso implica una de las tareas más desafiantes de todas: gestionar tus demonios internos.
¿A qué nos referimos con “demonios internos”?
Nos referimos a esas partes de ti que sabotean tu potencial como líder: tus inseguridades, tus viejos patrones de comportamiento, tus reacciones emocionales automáticas, tus malos hábitos, tus miedos, tus rigideces, tus estilos disfuncionales. Todos los tenemos. La diferencia entre un líder de verdad y uno de título está en lo que hace con ellos.
Un líder puede tener muchos conocimientos, títulos o experiencia. Puede ocupar un cargo de alto nivel. Pero si no ha hecho el trabajo interno de autogestión, si no es capaz de observarse, confrontarse y evolucionar, solo será un líder de cartón. Un líder reactivo. Un coleccionista de teorías que no sabe aplicarlas en su propia vida.
Y no, no se trata de ser perfecto. Nadie lo es.
Pero sí se trata de ser consciente. Consciente de tus demonios, de tu sombra, de tus zonas ciegas. Y sobre todo, de tener la valentía de mirarlos de frente, trabajar en ellos y aprender a convivir con lo que no se puede cambiar de inmediato, sin dejar que te dominen.
El primer demonio a enfrentar, y quizás el más peligroso, se llama egocentrismo.
Ese “yo soy así y ustedes ya lo saben”, ese “yo tengo la razón”, ese “yo soy el que manda”. Ese ego que no escucha, que no aprende, que no cede. Ese ego que no lidera: domina. Y la dominación no es liderazgo.
El liderazgo auténtico comienza con humildad, con autoconsciencia y con un compromiso profundo con la evolución personal. Porque solo quien se lidera, puede liderar a otros. Y solo quien reconoce y gestiona sus demonios, puede inspirar desde la verdad, no desde la imagen.
¿Estás listo para ese viaje hacia adentro?
Porque ahí, justo ahí, comienza el verdadero liderazgo.